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UNA INVESTIDURA POSIBLE Y NECESARIA

 AnaAlejandre                                                                                                       
Rayoy, Sánchez y Rivera

Lo que está sucediendo en España desde el 20-D y que se prolonga desde el 26-J, raya en el esperpento, por culpa de un doble perdedor en las elecciones como es la triste figura de Sánchez, quien está obstaculizando la investidura del ganador sucesivo en las dos últimas elecciones por la sencilla razón de que su máxima es “si yo no he ganado las elecciones, el ganador no gobernará tampoco”.

Naturalmente, la obstrucción que hace (y que niega reiteradamente con un cinismo repugnante) la justifica siempre con las excusas peregrinas de que la izquierda nunca puede apoyar a la derecha, pues si lo hiciera nunca conseguiría el cambio deseado que su partido y las fuerzas “progresistas”  desean conseguir. Como es obvio, calla que el cambio que desea hacer es del titular del sillón presidencial, con un implícito “levántate tú para que me siente yo”, es decir, que lo deje Rajoy y lo ocupe él, en sus sueños de eterno vencido que no asume su derrota que cada vez es más palpable y notoria por el castigo de sus propios votantes.

Sánchez está demostrando de forma continuada ser el peor político de la historia de la democracia y no tiene el menor sonrojo en seguir confiando en que, si le pone la zancadilla al ganador de las elecciones como es el caso de Rajoy, pueda así intentar otra vez hacer el ridículo presentando su patética  candidatura  a otra sesión de investidura como la anterior, en la que los otros grupos “progresistas”, como es Podemos y sus esperpénticas mareas    --que convirtieron al congreso en una barraca de feria--, le dijeron que no, aunque Sánchez, a la cabeza del PSOE que es otro partido “progresista y “de cambio”, no convence ni siquiera a su posible aliado que desconfiaba de su pacto con C’s.  Desde luego,  Iglesias y sus adláteres no parecían darse cuenta de que esa extraña alianza  entre PSOE y Ciudadanos no era más que un subterfugio para paralizar cualquier posible acercamiento y acuerdo entre los dos partidos de izquierdas, PSOE y Podemos, ante el temor de Sánchez de que Podemos se zampara al PSOE y fuera el suicidio político de su partido, Ese mismo suicidio que él y sus más próximos en el partido están haciendo solos y sin ayuda de nadie por su ceguera política, su falta de sentido de Estado, su desinterés manifiesto y continuado por el bienestar de España, a pesar de que dicen no querer otras elecciones.

Parece, por todo ello, que sólo les falta añadir que la única salida sería que Rajoy, el ganador, cediera su asiento al doble perdedor y nefasto político al que critican muchos de forma encubierta en su propio partido y, otros, lo hacen de forma pública y notoria como son los antiguos dirigentes del mismo, desde González, y Guerra, hasta Rubalcaba, Corcuera, y la propia Susana Díaz, su rival más próxima, en un largo suma y sigue de socialistas inteligentes, sensatos, con experiencia política y sentido de Estado. Todo eso es lo que le falta a la ridícula figura de alguien que va a dejar al PSOE con el peor resultado electoral de la historia democrática -que parece olvidar para no tener que dimitir como seria lo sensato y digno en su caso e hicieron otros predecesores suyos-.  Además, de hacer personalmente el ridículo continuado con sus frases demagógicas y contrarias a la verdad, pues la noche del 26-J tuvieron que convencerle los más próximos de su camarilla para que no saliera al balcón de Ferraz para decir como tenía pensado que "los ciudadanos habían votado el cambio", negando así la realidad de su nueva derrota electoral más profunda aún que la anterior y que el PP había conseguido más votos que en el 20-D que se han traducido en 14 escaños. Todo este continuo despliegue de cerrazón y negación de la realidad ni sus propios votantes lo aceptan, lo que demuestran con su continua pérdida de votos.. A pesar de ello, sigue con su erre que erre, demostrando a las claras que ni le importa el bien del país ni respeta la voluntad de los ciudadanos expresada democráticamente en las elecciones ni le interesa nada más que su cómico sentido cesarista al que solo le hace falta exclamar “o yo o nadie”.

Su postura antidemocrática y perjudicial para los intereses de España que lleva desde el 20-D con un Gobierno en funciones, aunque quiere definirla con razones peregrinas que a nadie convencen, sólo manifiesta lo que él mismo ya anunció poco antes del 26-J, cuando decía cínicamente que “seré muy generoso con quien lo fue conmigo”, aludiendo a cuando se presentó a la ridícula sesión de investidura apoyada por C’s, en la que el PP le dijo “no” y Podemos le ratificó también su oposición, a pesar de ser el PSOE y Podemos  los partidos “progresistas” que iban a cambiar la política y a salvar a España de las garras de la corrupción.

Rivera, ha cambiado su rumbo al ver las propias críticas internas por su obstrucción a Rajoy, y le ha exigido que acepte un pacto de seis puntos para que, en caso de ser aceptados por el PP, apoyar la candidatura de Rajoy para que España salga de esta situación anómala. Curiosamente, esta situación no parecía importarle demasiado antes del 26-J y desde entonces hasta que anunciaron el cambio de rumbo, aunque más por temor a perder a sus propios votantes --que están huyendo en bloque al PP--, que por los intereses de España que son los mismos que hace meses. Entonces fue cuando tanto el PSOE como Ciudadanos hicieron, además de un pacto entre ambos partidos –por el  doble interés del PSOE de asegurarse que C’S no apoyaría al PP y de que fuera Podemos el que desistiera de una alianza con PSOE-, una férrea línea de obstrucción al PP sin precedentes en situaciones similares en otros países europeos.

Menos mal, que el pueblo español, siempre sensato y con sentido común, empezó a verles las verdaderas caras al PSOE y a Ciudadanos, los partidos regeneracionistas y “progresistas” que iban a hacer una “nueva  política” --con lo que se vio en el Congreso los españoles salieron de dudas de en qué consistía el cambio--, y, más aún, cuando vieron la alianza de Izquierda Unida con Podemos, extraña mezcla de un partido comunista con otro que se auto titula “social demócrata”  --Podemos con ello demostró la falta de inteligencia de sus dirigentes al no darse cuenta de que, con semejante aliado, estaba demostrando bien a las claras en que espectro político está situado-. 

En el 26-J los españoles volvieron a ratificar su voto a Rajoy, incrementándolo en 14 escaños más en el Congreso, mientras PSOE perdía 5 escaños y Podemos ha conseguido 1 escaño más por estar unidos a IU; pero a cambio han perdido entre un millón y millón y medio de votos, en una  impresionante caída electoral que ha sumido a sus dirigentes en un estado de apatía y abulia que les ha hecho pasar al ostracismo y desaparecer de los medios de comunicación y de sus actividad en el Congreso.

España ahora necesita y espera que los partidos constitucionalistas se unan para apoyar el Gobierno de Rajoy, el único legitimado por las urnas y que, según los últimos sondeos, volvería a ganar de nuevo en unas posibles terceras elecciones, las que de llevarse a cabo, como dice sensatamente Rajoy, “sería una magnífica forma de hacer el ridículo”. De eso parece no enterarse el PSOE ni Sánchez, tan ocupado en mirarse el ombligo y seguir poniendo ridículos “morritos” cuando tiene una cámara delante, mientras pontifica sobre que las “fuerzas progresistas” son la única solución para España” y bla, bla, bla, bla, bla, bla.

Menos mal que lo españoles han mandado a paseo a los partidos “progresistas” –ya conocemos cómo dejan el país los socialistas cada vez que llegan al Gobierno--, y votan cada vez más al PP, el único partido que ha sabido enfrentar la situación económica terrible en la que la dejó el desgobierno socialista y su actuación, junto al esfuerzo de los españoles, nos salvó de un embargo. Ese que parecía no importarle demasiado a las “fuerzas progresistas” que, cuando estuvieron en el Gobierno, no hicieron nada para evitar esa catástrofe y sí mucho para llevarnos a todos al precipicio de la ruina económica, pero eso sí, oyéndoles continuamente la monserga del “progresismo”,  el “cambio”,  y la “nueva política”. Todo aquello que siempre ha demostrado ser la trampa mortal del presente y del futuro de los ciudadanos de este y otros países, cuando los votantes se creen las mentiras y falsas promesas que les llevan siempre al desastre.

Rajoy debe gobernar porque ha salido ganador democráticamente. Los demás partidos, si hubiera otras terceras elecciones, deberían tener la vergüenza de callar y no hablar más de que les interesa el bienestar de España, etc., porque son los que han propiciado que esta situación se prolongue demasiado tiempo, tanto que los españoles nos estamos hartando de cumplir nuestra parte que es votar. Son ellos ahora los que están obligados a acatar lo que dicen las urnas y apoyar al único ganador. Todo lo demás es demagogia, hipocresía y desvergüenza. Esa que llevan tanto practicando las “fuerzas progresistas” que lo único que hacen progresar es la miseria y la desunión entre los españoles, además de entre sus propios compañeros de partido, como es el caso del PSOE y Podemos que están inmersos en sendas crisis internas..


Y, sobre todo, aumentan el hartazgo de los ciudadanos al oírles continuamente toda esa bazofia electoralista que, en la realidad, demuestra su falsedad, su mentira y su oportunismo desvergonzado. Ese oportunismo que le seguirá haciendo perder votos al PSOE y  dinero, tiempo y paciencia a los españoles que sólo quieren/queremos un Gobierno elegido por la mayoría, sea del partido que fuere, porque en ese respeto a los votos se basa toda democracia. Y también, esperamos que a Sánchez, a su inaguantable portavoz y al resto de su falaz camarilla los mande a paseo su partido y el PSOE elija a otro Secretario General que tenga sentido de Estado, espíritu de servicio, instinto político y más preparación e inteligencia para ser quien dirija al partido que merece mejor suerte que ser encabezado por un incompetente con demasiada ambición y ningún talento, aunque es un experto en hacer el ridículo a nivel personal y político. Y de paso, dejar en evidencia al PSOE y a los socialistas y a España en un callejón sin salida por su culpa y la de los que le apoyan en su irreductible ceguera política.

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